La vida cristiana no consiste en una vida sin problemas, en donde todo será fácil y Dios nos ahorrará cualquier dolor. Por el contrario, la vida cristiana se caracteriza por la rendición y la perseverancia. Dios nos enseña a través de Su Palabra a entregar constantemente nuestra voluntad a la Suya y a depender de Él incluso en medio del sufrimiento y la dificultad.
Sin embargo, las luchas diarias, las responsabilidades y las dificultades tienden a abrumarnos. Hay momentos en que nuestros pequeños problemas parecen masivos e insuperables. Pero el mensaje del Evangelio tiene que ver con la victoria y la superación. ¡Jesús ya venció y comparte Su victoria con nosotros! Esta es la trama subyacente de la Biblia, la redención y la victoria. Desde la caída hasta la restauración de todas las cosas, el mensaje del Evangelio reverbera esta poderosa verdad, Jesús ha vencido, y los que confían en Él vencen también.
Nuestra esperanza viva
Es la verdad de Dios que forma nuestras creencias y moldea nuestro comportamiento. Es por eso por lo que cuando nos sentimos abrumados, cansados y desanimados necesitamos atender esos sentimientos desde la fuente. ¿Cuáles son las malas creencias que hemos permitido infectar nuestros corazones y turbar nuestras emociones? La ansiedad, la duda, el temor, el afán y más. Estas emociones inestables nos desvían de la confianza en Dios y en el peor de los casos nos paralizan.
Sin embargo, incluso cuando nuestros corazones y pensamientos se han desviado, debemos recordar en quien hemos puesto nuestra esperanza. Nuestra esperanza inquebrantable, poderosa y reconfortante vive. No es una esperanza frágil ni muerta. Esto no se debe al hecho de que tengamos una capacidad increíble para creer o una conducta ejemplar, sino porque el objeto de nuestra fe no es un concepto o idea muerta, sino un Rey vivo.
Jesús es el objeto de nuestra fe, por lo que nuestra esperanza en las promesas de Dios es viva y segura. Esta no es una esperanza que podamos producir por nosotros mismos o que cuando estamos desanimados, solo decimos una fórmula de palabras motivadoras y luego tenemos esperanza nuevamente, esta esperanza es obra de Dios. Él nos ha hecho renacer a esta esperanza viva a través de la resurrección de Jesucristo de los muertos (1 Pedro 1:3–5). Entonces, es esta verdad, estas gemas bíblicas, estas doctrinas fundamentales, la salvación, la redención, la adopción, la justificación, la santificación, y así sucesivamente que nos fortalecen y engrandecen nuestra esperanza. ¿Creemos firmemente en las doctrinas de la redención, la salvación y la resurrección? Son estas verdades las que alimentan nuestra esperanza viva.
Jesús es todo lo que necesitamos
Entonces, cuando nos sentimos derrotados, le recordamos a nuestros corazones la verdad del Evangelio. ¡Jesús ya ha vencido! No solo nos ha dado una esperanza viva, sino que también nos ha liberado del poder del pecado y la muerte. Él venció lo más difícil de vencer, los mayores enemigos, el pecado y la muerte, ¿hay algo más fuerte o potente que la muerte? ¡No! Entonces, si Jesús ha superado las cosas más difíciles de superar, ¿qué tan difíciles son nuestras luchas diarias para Él en comparación? Para el cansado Jesús es el descanso eterno. Para los quebrantados, Él es el gentil Restaurador. Para los perdidos, Él es el camino al Padre. Para los sedientos, Él es el agua viva que satisface. ¡Nuestra victoria está en Jesús porque Él ya venció y en Él tenemos todo lo que necesitamos!
Intentar más en nuestras fuerzas no soluciona nada cuando operamos con las mismas capacidades débiles. La renovación para las dificultades diarias requiere una dependencia diaria en Dios. ¿Qué produce esta fuerza espiritual? ¿Qué produce en nosotros tanto la comprensión como la capacidad de amar a los demás, perseverar, vivir en la verdad y purificar nuestras almas? La verdad de la Palabra de Dios (1 Pedro 1:22–25). Esta es también la obra del Espíritu Santo que ilumina la Palabra de Dios tanto en nuestro entendimiento como en nuestros corazones para aplicarla a nuestras vidas.
Viviendo victoriosamente
¡Nuestra esperanza está viva porque Jesús está vivo! Él ya ha vencido, y nosotros también lo haremos si confiamos en Él. Solo fallamos cuando lo intentamos con nuestras propias fuerzas. Solo nos cansamos porque nos cansamos de recordar Su verdad. Pero cuando la verdad de Jesús reina en nosotros como Él reina sobre los cielos, cuando comprendemos que el poder resucitador de Dios opera en nosotros, las cosas triviales e incluso pesadas de la vida parecen menos aterradoras.
La victoria de Jesús no es un canto de positivismo que está de moda y luego pasará, es un lema vivo en los corazones de los hijos de Dios. Es un canto eterno que de nuestros labios se desborda como cascada rumorosa. Es una verdad irrefutable fundamentada en una realidad inamovible. Jesús vino, murió, resucitó y volverá, y porque Él vive, nosotros también vivimos y viviremos en gloria eternamente. ¿Sentimos cómo solo leer y declarar estas verdades despierta nuestro afecto como un canto de guerreros marchando a la batalla? Los victoriosos no viven en la depresión y no se conforman con vivir en desanimo prolongado, los victoriosos cantan un himno de victoria porque su victoria es segura. Cantemos pues el canto de victoria, porque nuestro Redentor vive y con Él viviremos para siempre.
Benji Paredes es el Pastor Ejecutivo en Templo Betania y dirige el ministerio de predicación y enseñanza. Él y su esposa Chavely tienen cuatro hijos.